viernes, 31 de mayo de 2013

Entrevista al primer cazador-recolector que decidió hacerse productor

Aprovechando que me sobraban un par de minutos entre génesis y génesis de planetas, se me ocurrió viajar otrora cuando lo del paso del Paleolítico al Neolítico y demás (Mesolítico lo llaman, dice la leyenda), cuando un tipo muy simpático se cansó de ser nómada estación sí, estación también. Como soy un maleducado de mierda me presenté allí sin más, unos 7000 años antes de estas líneas, y ni me molesté en preguntarle a mi entrevistado su nombre; de modo que le llamaremos Bob. A orillas del Tigris me refirió su genialidad. Veamos:

YO - Cuéntame, ¿qué te inspiró a abandonar la vida nómada y buscar recursos renovables cerca de los ríos?

BOB - Pues varias generaciones de desplazarnos y montar múltiples campamentos conforme a las estaciones me hicieron pensar: "¡Eh! ¡Sedentarismo!", mire usted.

YO - Pero eso y nada es casi lo mismo; tienes que concretarme más, tío.

BOB - Verás, algunos de los cazadores más virtuosos y yo decidimos ir almacenando la carne de las gacelas y ciertos cereales en recintos situados dentro de los susodichos campamentos, ¿comprende lo que le digo?

YO - Eso me repugna. Continúa.

BOB - Es usted muy amable. El caso es que, por otra parte, me llamaron la atención esos... ¿cómo los ha denominado usted?

YO - ¿Sexo perruno-masoquista-espacial?

BOB - No, antes de eso.

YO - ¡Ah! Ríos.

BOB - Justamente. Los ríos nos están proporcionando agua día tras día, y no parece agotarse. Además, los de Jericó también se han dado cuenta de estas posibilidades, y nosotros no podemos ser menos.

YO - ¿De modo que plagiaste la idea de otros cazadores?

BOB - ¡En lo absoluto! ¡Cuán ofendido me hallo, señor!

YO - Disculpa, no era esa mi intención.

BOB - No se preocupe, puedo ver que usted es buena persona. A lo que iba: los ríos también nos proporcionan peces, lo cual me supuso un gran alivio.

YO - ¿Por qué?

BOB - Algunos de mis compañeros estaban empeñados en comerse a los perros, pero yo (entre otros) sugerí su domesticación. Porque, joder, ya no tenemos renos, y capturar ciertos animales como el jabalí y la gacela requerían técnicas más sofisticadas. ¿Me sigue usted?

YO - Sí.

BOB - Pues deje de hacerlo o llamaré a la policía.

YO - Amenaza denegada, tronco. Ni han nacido los hermanos Marx ni tenéis policía, no te salgas de tu época.

BOB - Lo siento. ¿Me perdona usted?

YO - No. Siguiente pregunta: ¿qué opinas de mi pelo?

BOB - Muy bonito.

YO - Gracias. Bien, eso fue rápido. Siguiente: ¿qué hay de las exequias?

BOB - Algunos son mejor enterrados que otros por sus méritos como cazadores, pero me preocupa que los descendientes de dichos cazadores se aprovechen de las mencionadas hazañas y que eso, con el tiempo, genere alguna que otra diferencia social.

YO - Ocurrirá, descuida. ¿Es grande tu poder?

BOB - ¿A qué viene esa pregunta, señor?

YO - Nada, es que me aburro. Desfrunza ese ceño fruncido, no eres tú la causa de mi aburrimiento. Bueno, en realidad sí. Pero no importa, me caes bien. ¿Y vuestra faceta artística?

BOB -  Todo muy figurativo, ciertamente. Ahora tengo que despedirme de usted; he de pescar y tal. Por cierto, ¿qué es eso que tiene usted entre las manos y que no ha parado de rasgar desde que comenzó nuestra conversación?

YO - ¿Esto? Papel y lápiz. La palabra escrita. ¿Te gusta?

BOB - Me gusta. ¿Puedo verlo?

YO - No faltaría más.


Y así introduje la escritura en el mundo.
De nada. 

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