lunes, 14 de mayo de 2012

Reseña: "Sombras Tenebrosas"

ANIMUS IOCANDI

¡ATENCIÓN! 
Puede contener spoilers
 

Hace unos días, a eso de las 20:00 horas, me encaminaba a lo que, sospechaba, iba a ser uno de los vestigios más vomitivos e insulsos de la filmografía de Tim Burton: Dark Shadows (por su traducción al castellano, Sombras Tenebrosas).  Supe del estreno de esta película a través de un trailer que vi en el cine el día que fui a ver Ira de Titanes (Dios los cría...). Desde aquel preciso instante, mis expectativas con respecto a la nueva película de Tim Burton fueron realmente bajas. Con todo, este director californiano me ha ofrecido producciones bastante decentes en un pasado que ahora se me antoja más lejano que nunca, por lo que decidí darle un voto de confianza más. Desoyendo la voz de mi instinto, pagué el dinero de la entrada y me acomodé en la butaca, inconsciente de lo que vendría a continuación.

Creo que una imagen vale más que mil palabras.


Tras la profunda desazón que me supuso ver mi confianza pisoteada por la mediocridad de una producción hollywoodense más, tomé la determinación de advertir a cuantas personas me fuese posible de la terrible arma de destrucción masiva que esta película constituye para todo sentido del buen gusto. Lo que viene a continuación no es más que mi opinión personal; si lees esta entrada y sientes que he sido injusto, extremista o que sencillamente no tengo razón, lo lamento mucho por ti, porque en cuanto a cine se refiere suelo llevar la voz cantante SIEMPRE.

Vamos a partir de la premisa de que prácticamente todo lo que Tim Burton hizo tras el estreno de Big Fish oscila entre lo mediocre, lo estúpido y lo profano. Entendiendo esto, y considerando que la calidad de sus películas no hace más que descender cada vez más, tal vez entiendas lo que pretendo contarte.

Dark Shadows se vale de un pequeño repertorio de actores competentes (Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Christopher Lee, etcétera) para respaldar dos horas de historia obtusa y personajes sin profundidad alguna. Todos estaban deseando ver a Johnny Depp en una nueva faceta vampiresca, y todo lo que dicha faceta constituye en el mundo moderno. Véase: afeminado lord inglés de aspecto juvenil con poderes alucinantes -los cuales, sinceramente, le vienen muy grandes- y diálogos-monólogos que pretenden ser románticos pero que rayan en lo cursi.

Volvamos al personaje de Johnny Depp: Barnabas Collins.

Que esa es otra; mira que hay apellidos, pero qué va: ellos tuvieron que elegir Collins, ni más ni menos que el apellido del tío Phil. No pude quitarme este maldito rostro de la cabeza ni un puto segundo.



Siguiendo la línea de protagonistas tópicos de Tim Burton, Barnabas Collins es un sujeto inadaptado, con cierto aire misterioso, serio pero con cierto sentido del humor -un humor que, por cierto, es involuntario; tal vez se trate de un intento más de revestir al personaje con una profundidad que no posee-. El argumento es el siguiente: Barnabas Collins fue un hombre de clase alta que vivió a mediados del siglo XVIII y que tuvo un romance con una sirvienta de nombre Angelique. Sin embargo, dicho romance se vio truncado ante la aparición de otra mujer cuyo nombre no recuerdo (para evitar confusiones la llamaremos Kazuzu) y que ocupaba un lugar más especial en el corazón de nuestro protagonista. Lo que Barnabas no sospechaba es que Angelique era una bruja bastante poderosa -a la par que una de las mayores hijas de puta que he visto en bastante tiempo; esto es un punto a favor, aunque a medias. Luego lo explicaré mejor-, dispuesta a hacerle la vida imposible a Barnabas por puro y brutal despecho.

Dramatización del rostro de Angelique al conocer la relación entre Barnabas y Kazuzu.

 Así pues, empleando poderes de magnitud satánica, Angelique condujo a Kazuzu a arrojarse por un precipicio ante la impotente y miope mirada de Barnabas, que se arrojó tras ella hacia el abismo con intención de suicidarse (pues no quería vivir en un mundo sin Kazuzu blablabla). No satisfecha con privarle de su amada, Angelique convierte a Barnabas en vampiro para arrebatarle la posibilidad de suicidarse. Acto seguido, le encierra en un ataúd que posteriormente entierra. Su plan era que conviviera toda la eternidad con sus pensamientos y su dolor (y con las manos encadenadas, tal vez lo más cruel de todo. Sí, no lo niegues, sabes a lo que me refiero).

Hasta ahí el argumento es incluso jugoso, interesante y medianamente original. En definitiva, no deja indiferente.

Hasta que llegó...

Esta imagen no tiene absolutamente nada que ver con el tema en cuestión. Pero llegó, ya lo creo que llegó...

A lo que iba: unos obreros desentierran a Barnabas en el año 1972. Y aquí es donde comienza lo hardcore: Barnabas sale del ataúd en una IMPRESIONANTE muestra de fuerza y poder de macho vernáculo vampírico, asesinando a todos los obreros (creo recordar que eran 10 u 11) y bebiendo su sangre con expresión de profundo placer anal.

El resto se deduce solito: Barnabas se siente abrumado por el nuevo mundo al que acaba de despertar tras dos siglos de ostracismo involuntario. Evidentemente, quiere saber qué ha sido de su mansión, de su apellido, etcétera.

Con respecto a los demás personajes, poco que decir. De entrada, todos constituyen un insulto atroz al actor o actriz que les da vida. Sin dudas, el más descomunal, gratuito, cruel, execrable, ominoso, repugnante y ruin de todos es la participación de Jackie Earle Haley, quien interpretó a Rorschach en la película Watchmen


¿Cómo ha podido pasar de un super-humano con cojones de ébano capaz de pegarle una paliza a cualquiera...
...a una criatura de repulsividad y patetismo inenarrable que no merece ni tan siquiera ser sepultado por un tsunami de semen de buey?

Y pobre de ti si piensas que la calidad de un actor la define la diferencia entre los papeles que interpreta. NO, ERROR. Un actor NO tiene que ser polifacético. Un buen papel te define de por vida. Sean Connery morirá siendo James Bond; Harrison Ford morirá siendo Indiana Jones o, en su defecto, el capitán Han Solo; y Fernando Tejero cargará con el nombre de Emilio hasta el fin de los tiempos. He dicho.

Antes mencioné que el personaje de Angelique se salvaba a medias. El motivo es el siguiente: Angelique se adapta bastante bien al papel de villana principal de la película, puesto que representa la crueldad en su estado más primitivo y directo. Es un referente de maldad a tener en cuenta. No obstante, pierde muchísimo al arrastrar un cliché más de la estructura típica que padecen la inmensa mayoría de heroínas y villanas contemporáneas: una tía que esté buenísima y que sea insufrible. Como muy bien lo define Dross: un clítoris parlante.

Por otra parte, los insultos a la inteligencia del espectador rivalizan con la muerte de la malvada Bruja del Oeste en El Mago de Oz. Cuando Barnabas se despierta tras 200 años de estar metido en una caja bajo el suelo, ¡sorpresa!, se encuentra con una mujer que es físicamente idéntica a la mujer que amó en el siglo XVIII. ¿En serio tenemos que hacer como que nos creemos eso y seguir viendo la película como si no pasase nada? ¿Casualidad? Casualidad las pelotas. Es estadísticamente más probable que me caiga un rayo.

¿Otro insulto más a la inteligencia? En la batalla final contra la bruja -porque toda la familia Collins se une para matarla- resulta que la hija menor de la familia es una licántropa. ¿Por qué? Porque la familia está maldita. Punto. ¿Para qué más explicaciones?

Eso último me lleva a la siguiente cuestión: la película rezuma fanboyismo por los cuatro costados. La chica-perro que mencioné antes es una acérrima fan de la música heavy metal, por lo que insiste en contratar a nada más y nada menos que Alice Cooper para que actúe en una fiesta que organizan en la mansión de los Collins. Si pensabas que un Johnny Depp vampiro era el colmo del fanboyismo, aún no has visto nada.

Ha llegado la hora de calificar esta mierda:

Argumento: -50 puntos

Personajes: -70 elevado a la quincuagésima potencia

Duración: Demasiado larga. -1 000 000 de puntos

Dirección: Nada. Así es: nada. Vacío. Ni tan siquiera cero: NADA.


TOTAL: -un gritón de puntos.







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