del coche triste la funesta puerta
la llama a su prisión. Laura adorada;
Laura, mi Laura, ¿qué de mí olvidada
entras donde esos bárbaros crueles
lejos te llevan de mi lado amante?
¡Ay! Que el zagal el látigo estallante
chasquea, y los ruidosos cascabeles
y las esquilas suenan, y al estruendo
los rápidos caballos van corriendo.
¿Y corren, corren, y de mí la alejan?
¿La alejan más y más sin que mi llanto
mueva a piedad su bárbara dureza?
Parad, parad, o suspended un tanto
vuestra marcha; que Laura su cabeza
una vez y otra asoma entristecida
y me clava los ojos; ¡que no sea
la vez postrera que su rostro vea!
¿Y corréis, y corréis? Dejad al menos
que otra vez nuestros ojos se despidan,
otra vez sola, y trasponeos luego.
¡Corazones de mármol! ¿A mi ruego
todos ensordecéis? En vano, en vano
cual relámpago el coche se adelanta;
en pos, en pos mi infatigable planta
cual relámpago irá, que amor la guía.
Laura, te seguiré de noche y día
sin que hondos ríos ni fragosos montes
me puedan aterrar: tú vas delante.
Asoma, Laura; que tu vista amante
caiga otra vez sobre mis tristes ojos.
¿Tardas, ingrata, y en aquella loma
te me vas a ocultar? Asoma, asoma,
que se acaba el mirar. Sólo una rueda
a lo lejos descubro; todavía
la diviso; allí va; tened, que es mía,
es mía Laura; detened, que os veda
robármela el amor: él a mi pecho
para siempre la unió con lazo estrecho...
¡Ay! Entretanto que infeliz me quejo
ellos ya para siempre se apartaron;
mis ojos para siempre la han perdido;
y sólo en mis dolores me dejaron
el funesto carril por donde han ido.
¿Por qué no es dado a mi cansada planta
alcanzar su carrera? ¿Por qué el cielo
sólo a las aves el dichoso vuelo
benigno concedió? Jamás doliente
llora el jilguero de su amor la ausencia;
yo entretanto de mi Laura ausente
en soledad desesperada lloro
y lloraré sin fin. Si yo la adoro,
si ella sensible mis cariños paga,
¿por qué nos separáis? En dondequiera
es mía, lo será; su pecho amante,
yo le conozco, me amará constante,
seré su solo amor... ¡Triste! ¿qué digo?
Que se aparta de mí, y a un enemigo
se va acercando a quien amó algún día.
Huye, Laura, no creas, desconfía
de mi rival, y de los hombres todos.
Todos son falsos, pérfidos, traidores,
que dan pesares recibiendo amores.
¡Almas de corrupción! Jamás quisieron
con la ingenua verdad, con la ternura,
con la pureza y la fogosa llama
con que mi pecho enamorado te ama.
Te ama, te ama sin fin; y tú, entretanto,
¿Qué harás? ¿De mí te acordarás? ¿En llanto
regarás mi memoria y tu camino?
¿Probarás mi dolor, mi desconsuelo,
mi horrible soledad? Astro del cielo,
oh sol, hermoso para mí algún día,
tú la ves, y me ves: ¿Dónde está ahora?
¿Qué hace? ¿Vuelve a mirar? ¿Se aflige? ¿Llora?
¿O ríe con la imagen lisonjera
de mi odioso rival que allá la espera?
¿Y ésta es la paga de mi amor sincero?
¿Y para esto infeliz, desesperado,
sufro por ella, y entre angustias muero?
¡Ah! Ninguna mujer ha merecido
un suspiro amoroso, ni un cuidado.
Tan prontas al querer como al olvido,
fáciles, caprichosas, inconstantes,
su amor es vanidad. A cien amantes
quieren atar en su cadena a un tiempo,
y ríen de sus triunfos, y se aclaman,
y a nadie amaron porque a todos aman.
¿Y mi Laura también?... No, no lo creo.
Yo vi en sus ojos que me hablaba ansioso
su veraz corazón: todo era mío;
yo su labio escuché, y su labio hermoso
mío le declaró; cuantos oyeron
sus palabras, sus ayes, sus gemidos,
«Es tuyo, y todo tuyo», me dijeron.
Es mío, yo lo sé; que en tiernos lazos
mil y mil veces la estreché en mis brazos,
y al suyo uní mi corazón ardiente,
y juntos palpitaron blandamente,
jurando amarse hasta la tumba fría.
¡Oh memoria cruel! ¿Adónde han ido
tantos, tantos placeres? Laura mía,
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¿Que ya mi oído
no escuchará tu voz armonïosa,
mucho más dulce que la miel hiblea?
¿Que sin cesar mi vista lagrimosa
te buscará sin encontrarte? Al Prado,
que tantas veces a tu tierno lado
me vio, soberbio en mi feliz ventura,
iré, por ti preguntaré, y el Prado,
«No está aquí», me dirá; y en la amargura
de mi acerbo dolor, cuantos lugares
allí tocó tu delicada planta
todos los regaré con largo llanto,
en cada cual hallando mil pesares
con mil recuerdos. Bajaré perdido
a las Delicias, y con triste acento
«Laura, mi Laura», clamaré, y el viento
mi voz se llevará, y allí tendido
sobre la dura solitaria arena,
pondráse el sol, y seguirá mi pena.
A tu morada iré; con planta incierta
toda la correré desesperado,
y toda, toda la hallaré desierta.
Furioso bajaré, y a mis amigos,
de mi ardiente pasión fieles testigos,
preguntaré en silencio por mi amante,
y ellos, la compasión en el semblante,
nada responderán. ¡Desventurado!
¿a quién me volveré? Si sólo un día
durase mi dolor, yo me diría
feliz, y muy feliz; pero mis ojos
un sol, y otro verán, y cien tras ellos,
y a Laura no verán. Sus labios bellos
no se abrirán y entre cordial ternura
«Te amo» repetirán mil y mil veces;
ni con la suya estrechará mi mano,
ni gozaré mirando la hermosura
de su expresivo rostro soberano.
¡Ay, que nunca a mis ojos tan hermosa
brilló cual hoy cuando de mí partía!
Jamás, jamás la olvidaré; una diosa,
la diosa del amor me parecía.
Sí, mi diosa serás, Laura adorada,
la única diosa a quien mi pecho amante
cultos tributará. Y, en adelante
en todo el orbe para mí no existe
más belleza que tú, ni más deseo:
adorarte será mi eterno empleo.
¡Oh Guadiana, Guadiana hermoso!
¡Oh río entre los ríos venturoso!
¡Oh mil veces feliz! Tú a Manzanares
su tesoro robaste. Placenteras
mirarán a mi Laura tus riberas
contemplando cuál pasan tus olitas,
y unas en otras sin cesar se pierden.
Pensativa al mirarlo, en mí la mente,
ocultará en tu rápida corriente
con mil lágrimas tristes mil amores.
¡Oh si después hacia Madrid corrieras!
a las suyas mis lágrimas unieras.
¡Ay! Dila, dila, cuando allí la vieres,
que eternamente vivirá en mi pecho
su inextinguible amor; que acongojado
la lloro sin cesar; que lo he jurado,
cuando la sien de abril ciñan las flores
iré a exhalar entre sus dulces brazos
todo mi corazón, y mil amores
en cambio a recibir; que ella constante
pague mi fe, porque en el mundo entero
no encontrará un amor más verdadero.
Nicasio Álvarez de Cienfuegos
Como punto de partida es necesario apuntar que Álvarez de Cienfuegos casi podría ser considerado un escritor romántico (un primer vistazo nos permite ver un gran sentimentalismo, uno de los atributos más característicos del período romántico); lo único que lo aleja de dicho ámbito (en lo que respecta al estilo literario) son sus vestigios neoclásicos. Con todo, se le puede considerar un autor prerromántico.
En tanto que el arte es una recreación selectiva de la realidad de acuerdo a un juicio de valor metafísico llevado a cabo por el artista (dicho de otra manera: lo que motiva al arte es mostrar), y en tanto el sentimentalismo exacerbado fue la característica que se tomó por distintiva y principal del Romanticismo, tenemos dos piezas que encajan y nos permiten discernir las intenciones y/o motivaciones de Nicasio Álvarez: poner en palabras, en un concreto perceptible, sus vivencias internas (las cuales él podría haber identificado o no; este poema sugiere que no). El foco de atención, en este caso, son los sentimientos. Más en concreto: su amor hacia una tal Laura, y el desamparo que le produce verse alejado de ella. El hecho de que no se refiera a su amada como una idealización ambigua sino como una persona concreta, con nombre propio, es significativo: refleja la individualidad y el arraigado sentimiento del yo románticos.
Al centrarse Nicasio Álvarez en la vivencia de los sentimientos pero, al mismo tiempo, incurriendo en una actitud irracional (lo irracional viene de la negación a profundizar en la verdadera raíz: los valores), surge la contradicción que es casi otra seña característica del movimiento romántico.
todos ensordecéis?
El mármol evoca lo completo, la pureza y lo racional. En estos versos, Álvarez de Cienfuegos se refiere a la frialdad de aquellos que la apartan de su amada. Y es importante este detalle: el poeta apela al lado sensible de los captores, ad misericordiam. O lo que es lo mismo: se comunica utilizando como base sus sentimientos; no como consecuencias, sino como motores primeros de los que derivan, entre otras figuras retóricas y siendo este el caso, interrogaciones y exclamaciones retóricas (que no son puntuales, ni mucho menos: se repiten con frecuencia a lo largo del poema: ¡Ay, ay que parte!; ¿Y corréis, y corréis?; ¡Almas de corrupción!).
ellos ya para siempre se apartaron;
mis ojos para siempre la han perdido;
y sólo en mis dolores me dejaron
el funesto carril por donde han ido.
En estos versos puede apreciarse otro de los tópicos románticos: la recreación del poeta en su propio dolor, hasta el punto de que el resto de las cosas dejan de parecerle relevantes o incluso reales (sólo en mis dolores me dejaron). La misma idea está sugerida -aunque no tan clara como en esos cinco versos- en Astro del cielo, / oh sol, hermoso para mí algún día. El poeta nos dice que ha perdido la capacidad de sobrecogerse ante aquello que antaño le provocaba gran excitación emocional, pues ahora solo su dolor le sirve de guía.
con la ingenua verdad, con la ternura,
con la pureza y la fogosa llama
con que mi pecho enamorado te ama.
Si bien dije más arriba que lo más certero sería referirse a Nicasio Álvarez como prerromántico, lo cierto es que estos versos son puramente románticos y no dan pie a equívocos: se extrapolan los sentimientos a un nivel universal, afirmándose el poeta como única persona digna del amor de Laura. Para ser más exactos, hay que decir que es así como lo siente el poeta.
Otra muestra del Romanticismo incipiente del autor la encontramos en las figuras retóricas que emplea. En estos cuatro versos encontramos varios ejemplos:
En vano, en vano
cual relámpago el coche se adelanta;
en pos, en pos mi infatigable planta
cual relámpago irá, que amor la guía.
Tenemos dos geminaciones (en vano; en pos), la segunda de las cuales enlaza con un encabalgamiento hacia el cuarto verso (el cual, a su vez, es parte de un paralelismo con el segundo verso), en el que apreciamos una personificación -el amor como guía, como hilo conductor de la acción- y lo que, quizás, podría tratarse de un leve vistazo al movimiento romántico que estaba por venir: la referencia a la tempestad (a través del relámpago), a la tormenta (recordemos el conspicuo Sturm und Drang), como metáfora perfecta de su concepción de los sentimientos: contradictorios, súbitos, tempestuosos e ineludibles. En cuanto al propósito de las figuras retóricas de repetición, contribuyen a hacer hincapié en ciertos aspectos y/o conceptos que el poeta estima oportunos, así como por motivos de musicalidad y entonación.
Una aclaración: este poema está cargado de connotaciones sexuales, y es evidente porque lo carnal y lo "espiritual" (en el sentido de conciencia, de mente) han de ir de la mano si nos referimos a un amor propiamente dicho o, al menos, de las características que nos muestra el poeta. Creo que estos versos hablan por sí mismos:
Es mío, yo lo sé; que en tiernos lazos
mil y mil veces la estreché en mis brazos,
y al suyo uní mi corazón ardiente,
y juntos palpitaron blandamente,
jurando amarse hasta la tumba fría.
En cuanto a la métrica y la rima, predominan los versos endecasílabos (arte mayor) combinados con rima consonante. Este es el aspecto en el que se nota el influjo del Neoclasicismo: en la forma de construir la métrica del poema.
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