Aprovechando que hoy es un día como todos los demás y que no se me ocurría nada mejor sobre lo que escribir, daré un breve repaso a la filmografía de mi director de cine preferido, Quentin Tarantino. A estas alturas de la película y habida cuenta del éxito que tuvo Malditos Bastardos hace 3 años, dudo enormemente que haya personas que no conozcan a este director o que al menos no hayan oído hablar de él.
No me interesa tanto la vida de Tarantino como su trayectoria cinematográfica, si bien es cierto que hay ciertos detalles en su biografía que lo consagran como amante acérrimo del cine (aunque no fue estudiante asiduo de ninguna escuela de cine en concreta, sí pasaba la mayor parte de su tiempo libre viendo películas de todo tipo, en especial las de artes marciales y las de temática western). Pero esa es otra historia.
Como el talento no lo es todo y todos los comienzos siempre son difíciles, Tarantino tuvo que sortear diversos obstáculos antes de que comenzaran a darle el visto bueno a sus guiones. Ya en 1987 hizo un corto llamado My best friend's birthday, que si bien pasó sin pena ni gloria, sirvió como base para un film posterior: Amor a quemarropa (1993), cuyo guion fue escrito por el propio Tarantino. No obstante, fue en 1991 cuando su popularidad aumentó enormemente con Reservoir Dogs, una producción que, en principio, fue concebida como un proyecto modesto y minimalista, pero que terminó generando recaudaciones millonarias. Ya por aquel entonces, Tarantino iba rodeándose de actores que más tarde se convertirían en leyendas, como Tim Roth o Michael Madsen. El propio Harvey Keitel desempeñó uno de los papeles principales en Reservoir Dogs.
Pero hasta 1994 no se estrenaría Pulp Fiction, considera por muchos la magnum opus de Tarantino y, personalmente, una de mis películas favoritas. Es fascinante pensar que Uma Thurman era prácticamente una desconocida en el mundo del cine hasta que interpretó a Mia Wallace. En esta película, se cuentan varias historias divididas por capítulos (dicha división se convertiría en parte intrínseca del estilo de Tarantino) y con cierto empleo del racconto; dichas historias guardan relación entre ellas, y se ven encadenadas de distintas formas. Para poner la cereza sobre el pastel, Tarantino deja ciertos misterios en el aire: ¿qué había en el maletín? ¿Y por qué Marsellus Wallace llevaba una tirita en la nuca? Cuando Butch se dispone a rescatar a Marsellus, no utiliza un bate de béisbol o una sierra eléctrica; él utiliza una katana; de hecho, la misma katana que David Carradine empuñaría años más tarde en Kill Bill. En esos detalles Tarantino deja ver su cariño hacia el cine de samuráis.
De hecho, Tarantino jamás deja pasar la oportunidad de rendir homenaje a sus géneros preferidos. Su idea en Kill Bill vol. 1 (2003) y Kill Bill vol. 2 (2004) fue la de fusionar el género spaghetti western con el género de artes marciales y samuráis de la filmografía clásica japonesa. No siéndole suficiente eso, Tarantino utilizó en Kill Bill vol. 2 temas musicales de Ennio Morricone, compositor italiano cuyo trabajo hizo mella en el género western y que fue encargado de componer la banda sonora de El bueno, el feo y el malo, considerada por Tarantino como la película mejor dirigida de la historia.
Antes de Kill Bill vol. 1 y 2 vino Jackie Brown en 1997, una adaptación de una novela de Elmore Leonard. En dicha película contó, una vez más, con Samuel L. Jackson, así como con la presencia de Robert De Niro. Si bien no se cuenta entre sus trabajos de mayor renombre, Jackie Brown le valió varias nominaciones a los Globos de Oro y a los premios SAG.
Tras Kill Bill, Tarantino co-dirigió con Robert Rodríguez Death Proof / Grindhouse (2007), siendo él el encargado de la parte Death Proof. Esta película le costó las críticas más negativas recibidas hasta entonces, y puede considerarse el punto flaco de la pirámide filmográfica de Tarantino.
No obstante, no tardó mucho en redimirse. En 2009 estrenó Malditos Bastardos, película que terminó de consagrar definitivamente su popularidad a nivel mundial. Ambientada en la 2.ª Guerra Mundial, más concretamente en la Francia ocupada por los nazis, Tarantino contó con Christoph Waltz en el papel de Hans Landa, un oficial de las SS políglota y con marcado instinto detectivesco. La interpretación de Waltz fue uno de los pilares fundamentales que catapultaron Malditos Bastardos al éxito rotundo.
Y ahora, tres años más tarde, espero con impaciencia y cierta inquietud el estreno de Django Unchained, que verá la luz en enero de 2013. Inquietud, porque he visto demasiadas trayectorias artísticas caer en picado debido al estigma nauseabundo de los tiempos modernos, que insisten en que las montañas de dinero generan más placer que el simple amor al arte. Cuestión de opiniones, supongo. Sin embargo, y aunque no me gusta poner las manos en el fuego por nadie, sí que estoy encantado de depositar mi confianza en Tarantino, pues superó enormemente mis expectativas con Malditos Bastardos.
Al margen del gusto de cada uno, lo cierto es que Quentin Tarantino es un señor personaje. A lo largo de su carrera se ha ido rodeando de un grupo de actores de calidad cataclísmica, tales como Uma Thurman, Samuel L. Jackson, Tim Roth, Harvey Keitel, Michael Madsen y, más recientemente, Christoph Waltz y Mélanie Laurent. Respeto sinceramente a Tarantino como director del mismo modo que respeto a otros como Sylvester Stallone por una sencilla razón: no tolera que nadie le diga cómo tiene que hacer sus películas. Si tiene en mente un proyecto, así lo exterioriza en forma de filme. Si en dicho proyecto van incluidas vísceras, desmembramientos, violencia extrema y humor negro, así las incluye, sin preocuparse por nada más que sus principios y siéndole totalmente indiferente el hecho de que un grupo de simios se ponga a rugir y clamar justicia porque una película toque tabús impronunciables como la violencia, la muerte, el dolor o el sexo.
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