Han pasado casi ocho años desde la primera aparición en pantalla de este curioso personaje. El 21 de mayo de este año, las peripecias de este extravagente médico llegaron a su último término, dejando tras de sí ocho temporadas de intriga, tensión, risas, alguna que otra lágrima y, por encima de todo, profundas y desgarradas reflexiones sobre la vida, la muerte, la adicción, la culpabilidad y el dolor. Todo ello con el ligero matiz detectivesco que caracterizó a House M.D. (no en balde, el personaje del Dr. House está inspirado en Sherlock Holmes; aunque esa es harina de otro costal).
He seguido esta serie durante años, a veces de forma constante, a veces de forma más casual. Pero entre una cosa y otra, he visto todos y cada uno de sus episodios más de una vez. Como a tantas otras personas alrededor del mundo, no pude evitar sentirme fascinado por el personaje de Gregory House. Si bien no es el único personaje cuya profundidad puede suscitar el interés de las personas, lo cierto es que la sombra de House eclipsa a todos los demás.
Por si no estás familiarizado con la serie, permíteme ofrecerte una pequeña introducción. House M.D. es una serie ficticia que cuenta las andanzas de algunos de los médicos del hospital universitario Princeton Plainsboro. La mayor parte de la trama gira en torno al Dr. Gregory House y su equipo diagnóstico (conformado en un principio por Allison Cameron, Robert Chase y Eric Foreman; sin embargo, el equipo sufre diversas modificaciones en el transcurso de la serie), así como a Lisa Cuddy, directora del Hospital, y James Wilson, el único y mejor amigo de House. En cada capítulo, House y su equipo deben ocuparse de un caso médico de difícil resolución, y diagnosticar correctamente a pacientes que tienen en común enfermedades muy poco comunes o provocadas por factores externos muy difíciles de identificar.
Como su propio nombre indica, el protagonista de esta serie es el Dr. Gregory House, la piedra angular del éxito de la misma. ¿Por qué? ¿Cuáles son las características de House? Es difícil definirlo exactamente, pero el concepto es el siguiente: un hombre extremadamente inteligente, conocedor absoluto de su profesión, frío, sarcástico, recalcitrante, despiadado, transgresor, drogadicto, y un completo, total e indiscutible hijo de puta. En pocas palabras: un genio torturado. House jamás duda en decir lo que piensa. Le es indiferente ofender, molestar o perturbar a las demás personas. Disfruta señalando los defectos ajenos y enfrentando a otras personas entre sí. Pero una cosa no quita la otra: Gregory House es, con diferencia, el mejor médico del hospital Princeton Plainsboro, llevando tras sus espaldas una reputación bastante sombría pero ante la que todo el mundo se quita el sombrero. Ha salvado miles de vidas a pesar de que a él, en lo personal, no le importa la vida humana. La mayor obsesión de este personaje -obsesión que en más de una ocasión ha estado a punto de llevarlo al desastre- es resolver los enigmas que se le plantean, tanto en su profesión como en la vida cotidiana. Cuando se trata de resolver un misterio, a Gregory House no le importa pasar por encima de quien haga falta.
¿Para qué cuento todo esto? Para que todo el que lo lea se haga una idea de cómo es el personaje de House, lo que también sirve de aproximación al atractivo de la serie en sí misma. El mérito de David Shore, creador de la serie, así como del equipo productivo y los guionistas está fuera de toda duda, por el sencillo motivo de que no tuvieron miedo en crear un personaje polémico y una serie polémica, que trata temas difíciles como la muerte, el aborto, la eutanasia o la religión. Temas que forman parte de la vida misma pero que la mayoría de productores de TV prefieren dejar a un lado y, en su lugar, hacer series que resulten inofensivas.
Todo esto lo cuento a raíz del último capítulo de esta serie. La 8.ª temporada llevaba ya un tiempo dando sus últimas bocanadas; era evidente que dilatar tanto la serie estaba trayendo sus consecuencias. Sin embargo, si algo adoro sinceramente de House M.D. son sus finales de temporada. Todos los finales de temporada fueron espectaculares y bastante originales, y, en casi todos, podías conocer más en profundidad a Gregory House y ver su lado más humano. Por tanto, hace pocos días me senté frente a mi ordenador con verdadera ilusión por saber cómo concluirían las aventuras del médico más llamativo que la TV nos había dado en los últimos años.
Y no lo digo tanto por el capítulo en sí, sino más bien por los últimos momentos. El episodio no podía compararse con otros finales de temporada, pero no tenía pinta de que fuese llegar a tan hórrido y asqueroso puerto de vómito, heces y miasma. La situación es la siguiente: Wilson, el mejor y único amigo de House, había sido declarado enfermo terminal debido a un cáncer, quedándole tan solo cinco meses de vida por delante. Como es obvio, House quería pasar esos cinco meses junto a su amigo. Sin embargo, a raíz de un malentendido, pendía sobre él una nueva condena de cárcel: nada más y nada menos que seis meses. El episodio comienza con House en un edificio en llamas, en el cual entró para rescatar a un paciente. Una vez dentro, House se plantea si seguir viviendo o morir en ese edificio, pues la muerte de su único amigo era inminente. Para no alargarme más de la cuenta: tras más de 30 minutos de capítulo en los que House mira dentro de sí mismo para encontrarle sentido a su existencia, viendo en su mente cómo varias de las personas más importantes de su vida le hablan -algunas representando la parte de House que aún quiere vivir, y otras representando aquella parte que estaba cansada del dolor- y, en definitiva, aprendiendo más de sí mismo, ¿qué es lo que nos encontramos?
House quería fingir su muerte para que nadie le impidiese pasar con Wilson sus últimos meses. Hasta ahí, todo bien. Pero ¿cómo lo hace?
House frente a la puerta delantera del edificio en llamas. Quédate con este dato: Gregory House es cojo y tiene que usar un bastón para caminar, con notable dificultad, además |
Un segundo más tarde, explota todo |
Los bomberos logran rescatar un cadáver calcinado e irreconocible de entre los escombros humeantes del edificio. Al analizar sus dientes, concluyen que es el cadáver de Gregory House. Por tanto, se celebra un funeral en honor al difunto en el que todos sus conocidos le dedican palabras de afecto. El único que se atreve a decir cómo fue House realmente -déspota, irritante, prepotente y sádico- es James Wilson. Mientras Wilson está ocupado con su discurso, suena un teléfono móvil en su bolsillo -que no es suyo, pero nadie explica en ningún momento cómo ha llegado hasta ahí-. Había recibido el siguiente mensaje: "Shut up you idiot" ("Cállate, idiota"). Perplejo, Wilson vuelve a su casa para encontrarse con un Gregory House inmaculado que le espera tranquilamente.
¿Cómo escapó House del edificio? Has visto las dos imágenes, ¿no? Él dice que "escapó por la parte trasera y amañó (?) los dientes del cadáver para que al analizarlos creyesen que eran los suyos". Igual estoy mal informado y la historia de House M.D. se desarrolla en un universo donde las leyes físicas pueden modificarse si uno lo desea con suficiente pasión o algo así. Pero la realidad es que House no tenía tiempo material para andar (y mucho menos correr, dado que era cojo) desde la puerta principal del edificio hasta la trasera, máxime cuando podemos ver perfectamente cómo se le viene encima una explosión de fuego que parece gritar furiosamente "MUERE, JODER, MUERE". ¿Y cómo se las apañó para hacerle el cambiazo a los dientes del cadáver? A lo mejor no sé captar las sutilezas y la culpa es mía. Pero para qué engañarnos; no es eso.
"Me ha caído encima un edificio en llamas. Pero soy Gregory House, y soy duro". |
Pero incluso hasta ahí podría haberme dado por satisfecho. Incluso dilatando mi conformismo hasta la nausea podría haber disfrutado mínimamente de la conclusión final de esta serie.
Pero eso habría sido demasiado fácil.
Cuando un católico quiere justificar todas las putadas que le pasan a lo largo de su vida, se limita a decir que "Dios le está poniendo a prueba". Algo parecido hicieron los productores de esta serie con mi paciencia. La pusieron a prueba a cañonazos de mierda. Y el culmen de lo grotesco fue...
Final a lo Brokeback Mountain. Los dos enfundados en cuero y cabalgando (en todos sus sentidos, TODOS) durante el trayecto que serían esos últimos cinco meses en la vida de Wilson.
Y todavía puedo seguir considerándolo: este final no es malo en sí mismo. El concepto de que House decida desaparecer para pasar con su mejor amigo sus últimos días me parece maravilloso. Pero desde mi punto de vista, lo han enfocado terriblemente mal. Insisto: ¿cómo escapó House del edificio? ¿Cómo se las arregló para cambiar los registros dentales del cadáver? No se explica, lo mires por donde lo mires; y no hay nada que me hinche más las pelotas que un final obtuso.
Podrían haberlo hecho de tal forma que House eludiese a las autoridades de una manera más realista e inteligente, algo que hiciese honor al personaje. House y Wilson podrían haber tenido un encuentro muchísimo más emotivo y significativo. Podrían haber ambientado la última escena en un lugar mucho más adecuado a las circunstancias. Podrían incluso, por el amor de Dios, haber elegido un tema musical mejor. En definitiva, podrían haber hecho un final bastante más épico. En cambio, nos ofrecieron esta canción:
No tengo absolutamente nada en contra de Louis Prima. Pero todo hay que decirlo: esta canción no se adecuaba al final que House M.D., en mi opinión, merecía.
Temas recurrentes a lo largo de la serie, como You can't always get what you want de los Rolling Stones, o Teardrop de Massive Attack me habrían transmitido más emoción y cariño por la serie.
Por lo que puedo observar, este final ha sido como la panacea para todo el mundo. Para mí, en cambio, ha sido una cagada que le viene tremenda y tristemente pequeña al Dr. Gregory House y a House M.D., personaje y serie que recordaré con cariño, pese a su pobre final.
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